lunes, 2 de mayo de 2016

QUIÉREME.

QUIÉREME.

 Te pido que me quieras. Quiéreme hoy, o si prefieres mañana o el días después de mañana, pero quiéreme. Quiéreme con pequeñas insinuaciones sexuales y una sinceridad vulgar. Quiéreme entre tus brazos, quiéreme cuando no tengas nada que hacer. Hazlo por ocio, pasatiempo, ejercicio o práctica, pero quiéreme. Quiéreme cuando ya no te queden más amores que te rompan el corazón. Cuando ya lo(s) hallas olvidado.  
Cuando te sientas sola en las tardes húmedas de verano, quiéreme. Quiéreme con tus malditas manías. Quiéreme ahora pero no nunca. Cuando en la miseria de tu soledad poblada (porque siempre lo está) tengas ganas de besos y de un amor.
Quiéreme cuando ya no quede nada. Quiéreme cuando todas ellos ya te hayan abandonado. Cuando en la cotidianidad de tus días recuerdes nuestro primer beso.

Quiéreme en dos años, en tres o mejor en cinco. Cuando yo ya me halla marchado para no volver. Cuando esté muerto y no quede nada más que hacer. No importa cuando lo hagas, pero prométeme que me vas a querer. 

sábado, 27 de febrero de 2016

Receta para la melancolía.



MAÑANA.

-Desayunar dos tazas de buenas carcajadas (Y acompañarlas de buena música en abundancia)

-Un plato grande de felicidad

-Una taza de esperanza (Que sean mejor dos).

-Un ramo de girasoles (Porque simplemente son girasoles).

-(Un cigarrillo [Mejor que sean tres]] y de ser necesario media cajetilla]).



TARDE

-Dos platos medianos de poesía (Evítese Sabines).

-10 Onzas de canciones de Manzanero (Y de Sadness).

-Un buen libro (Cortázar si es preferible) (Evítese "La tegua", si no quiere una recaída).

-2 rebanadas de escritura (No se limite, y ocupar las que sean necesarias).

-425 gramos de paseo en bicicleta.

-(2 Kilos de música Punk)



NOCHE.

-Un costal de buenos besos (No hay nada que unos buenos besos no arreglen [Procurar elegir con cuidado a la persona que se empleará]).

-Una buena película (Una comedia romántica no caería nada mal).

-3 onzas de optimismo (Se necesita más que eso [27 litros]).

-(Un cigarrillo)

-Un poema (Hacerlo uno mismo).

-(Mas cigarrillos [Nunca están de más]).

Perdón, amor mío.


Perdón, amor mío.
Por la agonía, por la distancia.
Perdón por la ausencia de mí en ti, de ti y de mí en esta maraña de sufrimiento.
Por las risas ausentes, por la maldita almohada en la que duermo y mis sueños te extrañan. Perdón por los días no vividos, por el café que nunca tomamos, por las letras que nunca leerás.
Perdón por las mañanas con viento, polvo y sueños. Por la agonía que es pensar en ti, en ti y en tu ojos, en ti y en tu voz, que nunca se irán.
Perdón por mis entrañas que siguen gritando tu nombre, por los sueños en los que aún me conoces.
Perdón por mi melancolía que llega y se contagia cada vez que te toco. Por el café de mal gusto que no te mereces.
Perdón por la lluvia, perdón por hacerte caminar bajo un sol ardiente de verano.
Perdón por tocarte, por sentirte, por mirarte, por escribirte.
Perdón por nunca hablar de lo que sientes porque a nadie le importa, perdón por la incredulidad que tus palabras me dejan. Perdón por la angustia, por la tortura que implica querer, por la lista incompleta de palabras que no significan nada.
Perdón por el desagradable olor a humo que ahora inunda tus labios. Por las mentiras, el amor mediocre y las palabras vacías que nunca dije.
Perdón por no pensar en ti, por el aburrimiento que te causo y me causas. Por el desprecio, y por tu amor desperdiciado.
Perdón por hacerte quererme.
Y perdón, amor mío, por no quererte.

Alejandra.

Alejandra lloraba sin amor, la tristeza no le daba una tregua a ella y a sus pequeños párpados. Había llorado por más de trece días seguidos, y no había parado de hacerlo 
                                                  
Sus padres preocupado por tal situación habían tomado acciones para evitar tal acto de desesperación. Le habían comprado una pila de libros de autores que ella leía, pero  ella no dejaba de llorar, y no los acepto cuando sus padre se la habían entregado, ni había notado su presencia en el tocador de su cuarto.
También intentaron salir de viaje con ella a ese pueblito de la sierra a la que siempre había querido ir, pero su intento fue en vano, ella simplemente seguía llorando.
Habían llamado a sus amigos más cercanos para que le levantaran el ánimo, pero ni su  amistad logro que ella dejara de llorar. Cuando estos le preguntaban que tenía, ella solo seguía llorando, y llorando, y llorando. Ella se negaba a hablar, o la tristeza le impedía hablar.

Al tercer día habían mandado a traer a un doctor para que la revisara. Y como sus padres lo esperaban, el medico había diagnosticado una depresión. Recomendó que le subieran el ánimo con detalles e incentivos, tazas de chocolate en la mañana y en la tarde, actividades al aire libre durante el día y cariño. Sus padres trataban de que ella acatara todas las indicaciones, pero ella se negaba a hacerlas correctamente. No respondía a los incentivos. Al tomar las tazas de chocolate sus lágrimas caían sobre este, y hacían una bebida de alegría y melancolía. Salía al jardín de la casa por obligación, pero aún ahí continuaba llorando. Cariño no le faltaba de parte de sus padres, pero ella lo aceptaba entre pucheros y desolación.

Su madre que era supersticiosa, al quinto día mando a traer a un curandero para que la curara  de la tristeza que se le  había metido. El curandero la ramio con albarca, le pasó un huevo de gallina y le esparció agua bendita. Pero ella seguía llorando. Incluso la ahumó con el humo que salía de un anafre en el que quemaba distintas hierbas. Pero ella solo tenía las manos sobre sus pequeños ojos y seguía llorando.
Su padre, en un acto de desesperación, al noveno día. Entro a su cuarto desesperado y la sacudió con fuerza mientras la tenía agarrada de los brazos, mientras le exigía que  dejara de llorar. Después de un rato de hacerlo, sin ninguna reacción de Alejandra, más que el de seguir llorando, su padre exploto en llanto y  le pidió perdón, le dijo que le quería mucho, la abrazo, después le dio un beso en la frente y salió llorando del cuarto.
Su madre había llorado todas  las noches antes de dormir, desde el tercer día. Preguntándose por que le había pasado eso a su hija, mientras su padre la consolaba con pequeñas lagrimas escurriendo por sus mejillas.

Alejandra solo tomaba té y las tazas de chocolate recomendadas por el doctor, además solo comía apenas una tercera parte de lo que su madre le daba de comer. Ella se rehusaba  a salir del cuarto e ir al comedor, así que su madre le llevaba la comida a su cuarto.
Después de trece  días de desoladora tristeza, y de llantos que inundaban su cuarto, sus padres habían perdido la esperanza de que su hija dejara de llorar. 

En la mañana del décimo cuarto día, Alejandra continuaba llorando. Entonces si predicación y alegoría su pie derecho empezó a opacarse más y más hasta que solo quedara una pequeña silueta  de lo que era, y desapareció. Después fue su pie izquierdo, luego sus rodillas, sus bellas piernas de muchacha joven, su abdomen, sus hermosos pechos, y luego poco a poco sus brazos y sus manos, a la par que lo hacía su rostro. Hasta que desapareció por competo. A pesar de todo, ella seguía llorando, con ese llanto de tristeza que la había acompañado los trece días previos. Incluso unos instantes después de desparecer por completo, su llanto seguía inundando el cuarto, hasta que poco a poco, como lo hace un eco, fue desapareciendo.

Su madre que había presenciado tal acto desde la puerta de la habitación. Con la bandeja de comida en la mano, en la que llevaba un plato de sopa de caracol  y una taza de té de hierbabuena, cerró la puerta de la habitación y regreso a la sala con su marido, sabiendo que el sufrimiento de su hija había terminado.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

El tabaco y la mujer.

El tabaco y la mujer se encuentran por separado naturalmente, para evitar un desastre de muertes prematuras.
El tabaco es tan parecido a la mujer; su aroma es único, insoportable, es especial. Hace que recuerdes miles de cosas al estar dentro de su densa capa de humo. La sensación de tener un cigarrillo en los labios se puede comparar con el beso de cualquier mujer. Te sientes seguro, su sabor es amargo y mortal, y siempre estarás buscando más cuando este termine.

La mujer te puede llegar a matar igual de lento (o incluso más rápido) que el tabaco. Su amor y su sabor no se comparan con nada, tenerla en tu boca crea una adicción peor que la del tabaco, causa locura, causa amor. El amor de la mujer es peligroso; te enamoras de una mujer sabiendo que morirás en el intento, que la lucha por sobrevivir es inútil. Y si llegaras a curarte de aquella adicción, del amor que no logró matarte en su momento, lo recordaras, sentirás aun el aroma y el sabor fresco de sus labios, de sus caderas, de sus pechos, de su cabello pasando como el humo entre tus dedos. Si lograras curarte de eso, lo recordarás, y te volverás más loco, más mortal, más adicto. 

sábado, 14 de noviembre de 2015

Escribo.

ESCRIBO sin pluma.
Escribo sin sueños.
Escribo sin velas ni timón.
Escribo como aquel gran poeta español,
"Para que me quieran".

Escribo para no estar solo.
Escribo para ser un todo.
Escribo para creer en mí. 
Escribo para no morir sin ti.
Escribo para ti.
Aunque no sepa quién eres, 
Y si acaso, piensas en mí.

Escribo para callar las voces.
Escribo para inducir los roses.
Escribo para que unos labios deseen besarme 
Escribo para coger.
Pero también lo hago para poder ver. 

Escribo sin musa.
Escribo sin amor. 
Escribo sin dolor, esperanza ni fe.
Escribo a ciegas. 
Escribo a tientas.
Escribo con sed y hambre.
Escribo sin tapujos mentales.
Escribo poco.
Escribo mucho.
Escribo porque puedo,
Y porque quiero.
Escribo y escribo. Escribo.

¿Por qué escribo?.
Escribo para morir.
Escribo para poder vivir.
Para vivir. 

lunes, 2 de noviembre de 2015

Conversaciones sobre la muerte

Hace no mucho, platicaba con una amiga acerca de la muerte. Pero no era una plática pareja; yo le hablaba acerca de mi concepto de la muerte, y ella solo se limitaba a preguntar.
La plática surgió porque esa misma noche, la muerte (mi muerte) había cumplido años.
Cosa que ahora explico. Todos tenemos el mismo concepto de la muerte, algo natural que nos llega a todos marcando el fin de nuestras vidas. Pero yo tengo el privilegio de, aparte de tener la misma muerte que todos compartimos, tengo una muy mía, tengo a mi propia muerte disfrazada de ser humano, merodeando por toda la ciudad y mi alma.
Esta muerte está viva, y como todo buen ser vivo, tuvo la costumbre de nacer, y es por eso que aquel día era su cumpleaños.

-…y es por eso que se extraña el buen café. – me decía mi amiga, intentando entablar una conversación amistosa llena de recuerdos.

- Es curioso que digas lo que dices, ¡Hoy es el cumpleaños de la muerte! – dije cambiando por completo el tema. - ¡Tienes (tenemos) que celebrar, salir a la calle corriendo y cantar alguna canción de Scott Walker en voz alta, hay que bailar por ella, emborracharse por ella!, eso, ¡brindar y fumar a su salud!, que todo lo que hacemos, mujer, lo hagamos por ella y para ella.

-No entiendo, ¿cumpleaños de qué? – se limitó a contestar.

-¡No de que, de quien! ¡De la muerte! – le dije mientras sacaba un cigarrillo del bolsillo. - ¡Este tabaco va por ella!

- ¡Espera, espera! - me dijo confundida. - ¿Cómo sabes que es su cumpleaños?

- Porque la conozco. – le conteste mientras prendía mi cigarrillo.

- Intentas confundirme, siempre te ha gustado hacerme esto. – dijo cruzando los brazos.

- No te miento, hoy es el cumpleaños de la muerte, está en el calendario. – le contesté mirándola lo más seriamente que podía.

- Prefiero celebrar a la vida. – me dijo. – es más bonita, a fin de cuentas aquí estamos, viviendo.

Y sí, pero la vida en este caso era para una conversación diferente.
Le pedí a mi amiga que si no quería celebrar conmigo a la muerte, entonces celebrara ella por su parte, pero que celebrara. Ese es el punto; tener a la muerte de nuestro lado, hacernos de su amistad, convertirnos en sus compañeros. Entregarnos a ella, poner en sus manos todo, toda nuestra felicidad, nuestro amor, nuestro arte, nuestra pasión y nuestros pecados. Porque con la vida solo estaremos unos pocos años, la vida es egoísta y solo nos regala ese pequeño tiempo, para sufrir o disfrutar, dependiendo del caso. Y en cambio, con la muerte, nosotros tenemos que ganar su confianza y su amistad, porque al final de cuentas, con ella estaremos por toda la eternidad. 
La muerte disfrazada.